P.V./ 08/03/2022
Todo comenzó cuando Andrea Gómez acabó de estudiar un módulo superior de contabilidad y finanzas, tras dos meses trabajando en un banco, “empezaron a echar a gente”, asegura, “llego un punto en el que tuve que decidir entre irme a trabajar fuera o quedarme aquí. Así que aposté por lo de casa”, afirma con rotundidad. Apostar por lo de casa; a veces es complicado hacer frente a situaciones en las que no se sabe hacia donde ir, pero siempre es bueno acordarse del hogar y descubrir que ahí, con los nuestros, está la solución.
Gómez es carnicera en el negocio familiar que ha heredado de sus padres. Nació en Playa de Vega (Ribadesella) y cuando cumplió tres años sus padres comenzaron a trabajar en una carnicería. Todo lo que hoy en día Andrea conoce sobre este oficio, nació en aquel pequeño negocio.
“En 1992 mis padres se enteraron de que se traspasaba una carnicería en Colunga y como quien dice, con una mano delante y la otras detrás, comenzaron con el negocio”, rememora. Bautizaron al local con el nombre de su padre, Carnicería Vicente, y hace siete años abrieron otra en Villaviciosa, donde trabaja actualmente su hermano.
Junto a su hermano fueron renovando la carnicería, dándole un toque más moderno; incorporaron albóndigas, cachopos, hamburguesas, pechugas de pollo rellenas… “Estos productos son los que más éxito tienen ahora” dice orgullosa. De esta manera su tienda ha ido evolucionando a la par que la sociedad y como bien explica ella: “la gente joven ya no busca tanto la cocina tradicional que había antes, por eso trato de ir introduciendo novedades”.
Actualmente han incorporado tienda online con la que han conseguido mantener las ventas de muchos compradores que viven lejos o que solo compraban en vacaciones. Andrea dice que el comercio online “era algo inviable” para sus padres. “Ahora la gente puede hacer pedidos y en 24 horas lo tienen en casa”. Algo que es muy útil en esa zona de Asturias donde, como ella asegura, “mucha gente tiene segunda residencia y viene por temporadas”.
Reconoce que el trabajo de carnicera, en su caso, no era algo vocacional: “me metí a este oficio porque era lo que había y empecé un poco desganada. Ahora me gusta mucho lo que hago”. Empezar en algo nuevo tiene sus complicaciones, pero Andrea consiguió apasionarse por su trabajo y así lo demuestra cada día ante la clientela: “esto no es como trabajar en una oficina en frente del ordenador, aquí cada día te encuentras con una cara diferente y cada una te cuenta una historia” revela.
Como mujer carnicera, Andrea se ha encontrado con algunos prejuicios, ejemplifica: “cuando llegan terneros culones de gran peso mucha gente me pregunta que cómo me pongo a pelear con ello”, explica con una irónica risa. “Mi compañera Natalia con 24 años y yo con 29 somos dos chicas jóvenes y aquí estamos, al frente del negocio” explica con satisfacción. Por suerte estos comentarios cada vez se escuchan menos, pero está claro que las cosas deben continuar avanzando para que las mujeres encuentren un sitio digno en todos los ámbitos de la sociedad.
A pesar de esto, Andrea se siente muy querida por sus compradores y según cuenta “muchos clientes, hombres, incluso preferían que yo les atendiese a que lo hiciera mi padre”. Es en los detalles donde ella se recrea: en las historias que resuenan detrás de su mostrador, en las nuevas caras que cada día se asoman por su tienda o en los pequeños gestos como “cerrar bien los paquetes o poner lo que más pensaba debajo”. “Quizá mi padre no le daba tanta importancia”.
Andrea se esmera con la atención a sus clientes, no solo con el meticuloso trato que les ofrece, sino también con el género que les provee, grandes pequeños detalles. La carne que vende en su tienda es cuidada con especial dedicación. “Ternera Asturiana es una buena distinción para tener la carne de calidad controlada y que nuestros terneros tengan unas pautas que seguir” opina.
Toda la cadena por la que pasa el producto, desde su crianza, hasta su cocinado, tiene gran importancia a la hora de encontrar la calidad. De nuevo están ahí, los detalles que marcan la diferencia. Como ella indica “la alimentación que deben llevar, los pastos donde deben pastar y las zonas donde los guardan cuándo viene el frío son de gran importancia”, “la labor de los ganaderos es esencial, los cuidan muy bien y los miman mucho. Nosotros estamos encantados con los nuestros” afirma con ilusión la riosellana, que anima a todas las mujeres que quieran dedicarse a su oficio a dar el paso. Aquí entra en juego la labor de Dámaris Magadan. Ella es ganadera y dedica su vida al cuidado animal; es aquí donde comienza la cadena de Ternera Asturiana.
Dámaris nació en Oviedo, rodeada de animales, y desde que tiene uso de razón, su padre ha tenido ganado. Le “daba nostalgia” que su padre fuese a deshacerse de las vacas tras jubilarse. “Entonces decidí incorporarme en el sector”, recuerda. Así, como por error, de la misma forma que comenzó Andrea, se inició en su nueva vida. “Únicamente con cuatro vacas y ocho yeguas que nos quedaban” explica. Realmente le interesaba seguir con la tradición familiar y aprovechó ese pequeño tirón con el que contaba: “no empecé de cero, por suerte teníamos tractores y fincas”, tal como afirmaba su paisana Andrea “con ganas e ilusión se aprende todo. […] Todo se saca”.
Dámaris cree que, si no hubiera sido por el trabajo de su marido, dedicado a la hostelería, no hubiera podido salir adelante. “Uno no puede dedicarse solo a tener ganado, a no ser que tengas mogollón. De esto cobro poco y realmente lo mantengo por la pasión y la tradición”. Esa pasión es lo que le hace permanecer fiel a su labor y por lo que realmente puede disfrutar a diario.
Durante los tres primeros años tuvo que dedicarse en cuerpo y alma a la ganadería, desembolsó “mucho dinero del que tenía ahorrado y de lo que ganaba día a día” para poder seguir con ello. Además, hace referencia a las administraciones, y opina indignada que “cada día ponen más trabas burocráticas a las que tenemos qué atenernos”. Como muchos ganaderos, está preocupada por el futuro del sector debido a las pocas facilidades que se les presta para poder seguir adelante, “el futuro lo veo muy negro”, asevera.
Respecto al papel de las mujeres ganaderas, Dámaris es más optimista, “las mujeres rurales se están involucrando cada vez más”, asegura, “no es tanto cuidar de los hijos y limpiar las cuadras, ahora estamos más al frente”, “gracias a las que seguimos luchando porque hoy en día estemos así”, afirma. Aunque existen progresos, continúa habiendo obstáculos, “a lo mejor estamos mi marido y yo en la cuadra e intentan hablar con él”, a pesar de que es ella la dueña de la ganadería. “Esto solo pasa con algunos paisanos de los de antes”, aclara.
Igual que Andrea, Dámaris también forma parte de Ternera Asturiana y cree que su futuro es prometedor. Para la ganadera “debemos apostar por nuestra raza, que nos distingue a nivel europeo como una de las mejores calidades de carne”. “Siempre es bueno luchar por lo autóctono y en nuestro caso aún más, no todas las razas tienen el manejo y pasto que tenemos en Asturias y de ahí su calidad”, asegura.
“Lo autóctono”, encontrar la respuesta en casa, tal y como le paso a Andrea. No comparten un mismo oficio, pero si la calidad, el cuidado y los pequeños detalles que marcan la diferencia.